Ayer vi, una vez más, Cuatro bodas y un funeral. Seguro que sabéis que película es pero, por si acaso, os contaré que se estrenó en 1994 y fue protagonizada por Hugh Grant y Andie MacDowell.
Como su título indica, en la película aparecen varias bodas y por tanto, varios vestidos de novia con la estética marcada típica de los años 80 y principios de los 90. Uno de los personajes define muy bien este tipo de vestidos con la frase, y cito de manera textual, “Parece un gran merengue”. Y la verdad es que algunos de estos modelos si que parecen tartas de merengue.
En los ochenta y principios de los noventa las novias vestían de un blanco inmaculado con telas como la seda o el raso. Nada de colores como un beig suave o blanco roto. Las mangas solían ser abullonadas, con gran volumen, y a veces terminaban en forma de pico sobre el dorso de la mano. Las mangas daban paso a un cuerpo ceñido y a una falda muy voluminosa. La novia solía optar por guantes largos o cortos de raso o encaje. Estas novias eran novias veladas, con velos largos o cortos pero con mucho volumen, ajustados a la cabeza con tiaras de pedrería o coronas de flores.
En Cuatro bodas y un funeral, el vestido de Carrie (Andie MacDowell) marca la diferencia. Ella escoge un cuerpo de manga corta con pedrería y una falda no muy ajustada con un corte lateral. Sin embargo, no renuncia al voluminoso velo.
Los vestidos de novia antiguos me encantan, pero la verdad es que el “merengue” nunca me gustó 😉 ¿Y a vosotras?